Narrativas
Moisés Uribe
Fue una visita de unas horas. No hubo anuncios trascendentales para la entidad. No se reunió con empresarios, ni organizaciones, ni grupos sociales.
Solo una reunión de equipo, con sus allegados, con la excusa de la mesa de seguridad.
Eso si, el encuentro con los medios no podía faltar. Pero como atestiguaron todos los asistentes a la “mañanera”, el Presidente agarró monte y habló de todo, menos del tema que más agobia a la entidad: la seguridad.
Ese tema se lo encargó al titular de la Sedena, quien dio cifras nada agradables para cualquier estado.
Una entidad donde en los dos últimos años casi se cometieron 3 mil homicidios por año y este pinta igual. No hay excusa, los tres órdenes de gobierno, federal, estatal y municipal, son emanados del mismo partido: Morena.
Los empresarios e inversionistas seguramente querrán decir “no nos ayudes compadre”, ya que los números revelados por el militar ponen a la entidad en los primeros lugares, pero de la delincuencia.
Primer lugar en robo de vehículos, más de 33 mil en tres años y segundo en homicidios en el país, cerca de 9 mil entre 2019, 2020 y lo que vas del 2021, sin contar años atrás. Más de 8 homicidios diarios en promedio. Eso asusta a cualquiera.
Hasta el momento los únicos temas que se han mencionado con más fuerza es que vino a otorgar su aval a la próxima Secretaría de Seguridad Ciudadana, algo que el Congreso local ya había aprobado.
El otro asunto es que de plano fue el réferi para tranquilizar los ánimos entre la Gobernadora, Marina del Pilar y la alcaldesa de Tijuana, Monserrat Caballero, un problema que no quiere que se le salga de control como ocurrió con Bonilla, que traía pleito con todo mundo, incluidas alcaldesas. Pero de seguridad nada.
Vino también a Baja California a enviarle un mensaje de rebote a Bonilla, quien los últimos días ha arreciado sus críticas al gobierno estatal actual.
Así que, más que una visita de trabajo, fue una visita política, vino a hacerle la chamba a su partido, a Mario Delgado, sabe bien que ya está corriendo la segunda mitad de su sexenio, y que ya no quedan tres años para el arranque de las campañas, pues prácticamente el proceso interno ya inició, y quien dio el banderazo fue el propio López Obrador, con su abierto apoyo a Claudia Sheimbaum.
Entonces, a qué vino López Obrador a Baja California. A hacer lo que sabe. Campaña política. Anda con cancha libre, sin obstáculos. Sin oponentes que le hagan el menor ruido.
El Presidente vino a poner orden en una de las plazas que políticamente le han dado los mejores sabores de boca en las tres últimas elecciones.
Su experimentado olfato político le advirtió que algo pasa en esta entidad. Bonilla mantuvo dos años de pleitos y Marina va por el mismo camino con por lo menos tres de los cinco municipios, legalmente constituidos al momento.
A eso vino, a decir, sin decir, que no solo es el Presidente, sino el jefe de Morena, que él es todo y sin él todos son nada, a eso vino, a dejarlo claro, para los suyos y de paso a los de enfrente, quienes no lo molestaron ni con el pétalo de un posicionamiento, de esos que en las redes sociales, son gratis.