Narrativas/Moisés Uribe
Tres65news/4 de julio de 2023
De las 15 personas que inicialmente manifestaron su interés por competir por la candidatura a la presidencia del país por parte de la oposición, al día de hoy siete han declinado en sus intenciones, antes de si quiera iniciar la primera etapa.
Damián Zepeda, Mauricio Vila, Germán Martínez, Lilly Téllez, Claudia Ruiz Massieu, Gustavo de Hoyos y Alejandro Murat decidieron no participar ya en dicha contienda.
El otro bloque de aspirantes, Miguel Ángel Mancera, Silviano Aureoles, José Ángel Gurría, Demetrio Sodi, Ildefonso Guajardo, Jorge Luis Preciado, Juan Carlos Romero Hicks y Francisco Javier García Cabeza de Vaca, más allá de tener posibilidad o no de pasar las etapas técnicas, no cuentan con una presencia nacional relevante que les dé posibilidades de enfrentarse a los candidatos morenistas.
Quedan Santiago Creel, Beatriz Paredes y Enrique de la Madrid, quienes han logrado construir una imagen que los coloca dentro de los elegibles en las encuestas nacionales, pero sin despertar pasiones políticas suficientes acorde a lo que demandan los tiempos actuales.
La participante número 16, es decir, Xóchitl Gálvez, incursionó tarde pero rápidamente se colocó como la mejor posicionada.
Su carisma la ha llevado a superar al resto de aspirantes en tiempo récord, lo que muchos llaman ya la Xóchitlmanía.
Hasta este momento, no se sabe bien a bien si los hoy ex aspirantes apoyarán a quien quede finalista o en su caso al candidato o candidata de la oposición en el 2024, pues muy pocos se han manifestado en ese sentido.
Pero, ¿por qué siete de los suspirantes han decidido bajarse de la competencia?
No es tan difícil afirmar que con la imprevista incursión de Xóchitl Gálvez a la contienda, su contagiosa presencia y espontaneidad con la que se mueve, fueron motivos suficientes para darse cuenta que no tenían elementos para enfrentarla, más allá de las reglas a superar.
Un candidato o candidata a un cargo como la presidencia de un país debe tener un vasto cúmulo de virtudes y cualidades, y para nadie es un secreto que el carisma juega un papel fundamental, debe ser capaz también de “mover las almas”, de emocionar, de trasmitir confianza, de lograr confluir diversas y distintas agrupaciones, y por supuesto, de jalar la atención del adversario.
Un o una presidenciable necesariamente debe ser aceptado en el barrio, en las avenidas, en ejidos y colonias, en fraccionamientos; entre jóvenes y adultos, por hombres y mujeres y grupos diversos; en la baja, media y alta sociedad, por empresarios pequeños y grandes, dentro y fuera del país; debe gozar de total versatilidad para llegar a una gran porción de todos esos grupos de la sociedad que hacen la diferencia en una elección presidencial.
Ser presidenciable no se trata solo de ganas, hay que tener ese imán invisible pero contagioso, ser iridiscente sin esforzarse, hay que tener magia, ser en pocas palabras inefable y eso, hasta hoy, sólo lo ha alcanzado una sola persona, por eso y otros factores, siete de los aspirantes decidieron dejarle el camino libre a Xóchitl Gálvez.